«Es necesario que los gestores de personas encuentren equilibrio entre exigencia, responsabilidad y comprensión mutua». Una reflexión de Miguel Egido miembro del Consejo Editorial de AEDIPE España

La conciliación entre la vida personal y laboral es un objetivo difícil de alcanzar. Entre otras cosas, porque es un asunto muy proclive a la degradación o manipulación del sentido que tiene. Muchas veces, constituye un objetivo perseguido por el empleado, pero no por el empleador, que no alcanza a ver el beneficio que tendría para su negocio.

En otras ocasiones, porque el propio empleado superpone metas o intereses diferentes a las que deberían constituir su reclamación de un avance en dirección de la conciliación. Además, en la mayoría de las situaciones, ambos agentes tienden a concebir la conciliación como un intento de relajar la intensidad del trabajo o del compromiso asumido por el empleado. Nunca debería ser entendido así, si queremos avanzar: ahí está la dificultad, se trata de una cuestión cultural. Pero, a mi juicio, lo que hay que entender es a la persona misma. Es complejo, pero todos somos trabajadores de un modo u otro, por lo que la empatía se hace posible para alcanzar la comprensión del otro.

La clave reside en el sentido de equilibrio que necesitamos para evitar la frustración y la rebeldía. No podemos sentir que un área de la vida nos está robando el tiempo para las demás, si queremos mantener la motivación y el espíritu de seguir aportando nuestros recursos limitados a esa faceta vital. Ya sea el trabajo, la pareja, los hijos, la casa o cualquier otro asunto el que nos haga sentir que monopoliza en exceso nuestro día a día, o nos aparta de las cosas que consideramos importantes, producirá inevitablemente la ira y el deseo de cambio.

Conociendo esto pues, los gestores de personas deben encontrar la manera de facilitar a sus empleados el encuentro de ese equilibrio. Hay un punto de encuentro entre exigencia, responsabilidad y comprensión mutua. Si somos capaces de encontrar esa vía, la satisfacción fluirá en dos direcciones y se reflejará en los resultados. Los empleados felices son los únicos que pueden ser comprometidos, lo que es indispensable para el éxito del negocio

Fuente: Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas (www.aedipe.es)

Facebooktwitterlinkedinmail